Cuestión de familia - Capítulo 6

Se vuelve a despertar con esa extraña sensación en el pecho. Sabe lo que significa, pero no quiere que sea realidad. Lleva con ella desde hace demasiado y cada vez aumenta más y más. Esa sensación de agobio, de no puede con lo que pasa a su alrededor. Intenta luchar contra ella, haciéndose la fuerte, simulando que no pasa nada, fingiendo que nada le importa, pero en momentos de debilidad como este ni quiere, ni puede disimularlo. Sin quererlo, está sudando encima de la cama. No puede respirar. Intenta tranquilizarse. Coge aire por la nariz llenando la parte inferior de los pulmones consiguiendo que la parte superior de su abdomen ascienda, aguanta el aire ocho segundos y lo expulsa por la boca lentamente durante cuatro segundos más. Repite este proceso una cuantas veces concentrándose solo en eso, en nada más. Una vez que ya está más tranquila, mira el reloj de su mesilla. 8:45 a.m. Solo ha dormido cinco horas, porque, aunque llegaron a casa a las dos de la mañana, su madre no llego hasta horas más tarde.

Se levanta de la cama. La casa está en total silencio, lo que quiere decir o que está sola, o que todavía no se ha despertado. Se viste con unos simples vaqueros y una camiseta con un atrapa sueños. Baja a la cocina con la mochila preparada y en la espalda, se prepara un café con leche y con mucho azúcar, lo vierte en su termo y sale de casa. Va a pasar la mañana en casa de su abuela, que decidió cuando se murió su abuelo que quería seguir viviendo en su casa, aunque ahora más frágil de salud, necesita que alguien la cuide, y ese trabajo es de Gala, ya que su madre no se atiende ni a ella misma y la chica es la que más cariño tiene a la anciana mujer.
*** 

9:00. Suena el despertador en la habitación de Axel. Ayer no hizo lo que tenía que hacer, por lo tanto, le toca hacerlo ahora. Se levanta de la cama rodeada de cajas y rebuscando en una de sus maletas coge un conjunto de pantalón negro, camiseta morada de tirantes y chaqueta también negra. Se lo pone, coge una pequeña mochila con lo necesario y, después de tomarse un batido de plátano, sale a andar con Alaska.

La mañana es fría, típica de octubre. El sol ya brilla y numerosos coche, furgonetas y motos se mueven por la carretera, aun así, hay bastante menos ruido que en la ciudad. Pasea durante un buen rato mirando a los alrededores, hasta que en una de las casas oye una discusión bastante fuerte entre un hombre y una mujer. A través de la ventana ve la situación. Está encarados, la mujer, morena de unos 40 años, tiene una mezcla de enfado y tristeza en cara, mientras que el hombre, de la misma altura, pero con el pelo más canoso, solo muestra furia. Pero lo que a él le llama la atención y al parecer ha pasado desapercibido para ellos, es que en el quicio de la puerta hay un niño de unos 10 años que como él está observando la escena. El hombre mira a la ventana y, al darse cuenta de que Axel los observa, se acerca a la ventana y corre las cortinas.

Quiere ayudar, lo necesita, debe hacerlo, pero no conseguiría. Al menos alguien debería decirles que su hijo les está viendo, claro, eso es lo que va a hacer. Saca de su pequeña mochila una libreta, arranca una hoja y escribe en el papel “Por favor, dejad de discutir su hijo les está viendo”. Se percata de que en la ventana hay una pequeña abertura en uno de los laterales además de que la cortina, al haberla corrido con tanta fuerza, se ha quedado separada en esa zona. “Que suerte” piensa casi extrañado, eso es mucha casualidad. Se acerca allí con el papel, ahora en forma de avión, en la mano y lo lanza dentro de la casa. Sin esperar a reclamaciones, se va de allí acompañado de su perra, que va oliendo cada cosa que se encuentra.

***
- Tata… - Oye ligeramente en su oído mientras sigue soñando. – Tata… - Esta vez va acompañado de un movimiento. – Tata. – Y con esta sí, se despierta.

Ve a su hermana en primer plano, mirándola con sus ojazos. Después observa que lleva su teléfono en la mano, esto es lo que la hace despertar definitivamente. Coge el móvil de la mano de su hermana y mira que no haya hecho ninguna tontería. Ya es hora de que se ponga un bloqueo de pantalla más sofisticado que el “desliza” que aparece preinstalado. De lo primero que se percata es que son las nueve y media de la mañana, de un sábado, y seguidamente, revisando todas las aplicaciones ve que no ha tocado nada. Vuelve a la pantalla de inicio, donde una foto con sus hermanos de hace un par de veranos la hace sonreír.

Al ver ese gesto Isa rueda los ojos e intenta no quitar ojo a sus gestos. Va a comprobar si se acurda de su promesa. Ve cómo se rasca la nuca intentando recordar. Isa sabe que se durmió bastante tarde haciendo quién sabe qué, pero le da igual. Lo prometido es deuda. Después de casi 10 minutos en los que Vicky piensa que quiere su hermana, ya que sabe que por ella no lo va a averiguar, Isa se aburre ya y decide ceder.

- Me prometiste que llamarías a Guillermo para que nos hiciera unas fotos a ti y a mí.

Victoria pone una sonrisa irónica, se pasa los puños por los ojos y vuelve a tener su mirada en la chica.

- Vale… Vale… A ver, voy a llamar a Guille. Sí me dice que sí, me visto y vamos. ¿Vale? – Isa asiente. – Pero si me dice que no por algún casual o no me lo coge me dejas dormir. – Vuelve a asentir. – Tienes suerte de que tenga hecho todo lo del instituto

- De todas formas, te dirá que sí, me ha dicho el tato que es tu novio. – Indica la pequeña morena obviando lo último y sale por la puerta.

En voz baja, Vicky maldice la calavera de Carlos, como ha podido decirle eso a su hermana, ahora seguro que se lo dice a su madre y ni siquiera es verdad. Coge el teléfono y busca “Bebe Rubio” en su agenda. Le encanta el nombre que le puso de contacto, ya que el verano que se conocieron Guille tenía una obsesión con los caramelos en forma de chupete. Le da al icono de llamar y espera tres toques hasta que lo coge.

- ¿Qué pasa Vicky? – Dice al otro lado de la línea él con la voz adormilada.

- Lo siento… Es que mi hermana se ha empeñado en que si nos podrías hacer una sesión de fotos… Si quieres di que no y no pasa nada…

- Oh, fiera, tranquila. – Dice Guille, ahora más despierto, parando a su amiga que empieza a hablar muy rápido como cuando se pone nerviosa. – Claro, porque no. – Oye suspirar a Vicky. – ¿A qué hora?

- A la que digas.

- ¿Te parece si quedamos a las diez y media en el parque en frente del ayuntamiento?

*** 

Anoche en vez de regresar a casa, le mando un mensaje a su madre y se fue a dormir a casa de sus abuelos ya que le quedaba más cerca y Vicky se había ido antes que él. Se despierta en una cama más pequeña y más mullida que la suya. Descalzo y con los pantalones vaqueros únicamente, Yago se levanta de su cama de la infancia, de cuando sus padres no estaban por alguna razón, y va a la cocina donde su abuela Ángela ya le ha preparado el desayuno. Se toma su Cola cao y pasa a la habitación que está conectada con la cocina, el salón, donde su abuela le está dando el almuerzo a su abuelo que ya está sentado en su silla de ruedas.

- Buenos días. – Dice el chico un poco somnoliento.

- Buenos días, cariño. – Responde su abuela desde su silla. – Ya ha llamado tú madre, ha dicho que vendrá en una media hora más o menos.

- Hey, chico. – Le llama Fermín, su abuelo. – Me puedes levantar un poco. Que la abuela ya no puede y…

- Claro, yayo. – Interrumpe Yago. – Después te sacaré un rato a la terraza para que te dé un poco el aire.

Lo hace y deja a sus abuelos hablando.

Fue mala suerte que una mañana de invierno, hace 6 años más o menos, su abuela se despertara y viera que su marido no podía mover el lado derecho del cuerpo. En seguida llamó a su hija, la madre del joven, y cuando lo cogió le explico todo lo que pasaba. Rápido y corriendo, Yago vio cómo su madre que, como era muy temprano, se levantaba de la cama despertaba a su padre y se vestían corriendo. El chico de por entonces diez años se levantó de la cama alarmado por ver qué pasaba, pero nadie le hizo caso, su madre estaba demasiado nerviosa y su padre estaba llamando a su tía Ana para que acudiera a su casa a cuidar al niño. Lucas estaba durmiendo en casa de José para celebrar su cumpleaños, así que no se enteró de lo ocurrido hasta horas más tarde. Todo fue vertiginoso ese día. Se llevaron a Fermín en una ambulancia al hospital y los dos niños no volvieron a ver a su abuelo hasta unas semanas más tarde, esta vez en silla de ruedas.

Desde entonces cada cierto número de meses, o cada vez que enfermaba, se lo llevan al hospital durante varios días y su madre cada vez que pasa está muy susceptible a grandes cambios de emociones, además de no parar de repetir esa maldita frase que el chico tantas veces ha escuchado. “De esta no sale”.


Yago intenta por todos los medios que su madre este feliz. Desde que paso eso su madre siempre está más nerviosa y más agobiada, por lo que casi no tiene tiempo para él, para su hermano o para su padre, pero no se lo toman en cuenta ya que saben que se esfuerza mucho por mantener todo.

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